domingo, 9 de diciembre de 2007

Radiomaníacos - A cada oyente su radio


Sin dudas, la radiofonía es uno de los fenómenos del siglo pasado. Y, a pesar de los avances de la tecnología, el receptor de radio mantiene un misterio y una magia que sigue generando entusiastas adictos en todo el mundo. Sin embargo, no son todos iguales. Cada uno tiene sus características distintivas aunque, en el fondo, tal vez todos buscan lo mismo en las voces que fluyen por el parlante.

Por Gustavo Masutti Llach


“Desde hace 30 años me vienen preguntando lo mismo: ‘¿A qué se debe el auge actual de la radio?’. ¡La radio nunca dejó de tener auge!”.
Antonio Carrizo, locutor y conductor argentino.

Con la invención y popularidad de la radio, el mundo se hizo más chico. La percepción de una aldea global, sin fronteras ni horizontes, tiene que ver también con este medio de comunicación que, por su instantaneidad y ubicuidad, funciona tanto en el tórrido desierto del Sahara como en la gélida Antártida; en una ciudad sembrada de rascacielos y hasta en el medio del océano.

El famoso dramaturgo alemán Bertold Brecht (1898-1956) redactó entre 1926 y 1932 una serie de tratados sobre radiofonía, en los inicios de la difusión y expansión del medio. En uno de ellos, de 1926, escribió: “Desde un principio la radiodifusión ha imitado casi todas las instituciones existentes que tienen algo que ver con la difusión de la palabra o del canto. En este bazar acústico se podría aprender a criar gallinas en inglés con los acordes del coro de Peregrinos de fondo, y la lección sería tan barata como el agua corriente”.

Si bien al principio escuchar radio era una actividad reservada sólo para iniciados (sea porque las transmisiones no eran abiertas o por el precio prohibitivo de los receptores) llegó a tener su auge de popularidad y hoy, aunque la televisión tiene más audiencia, la radio sigue ocupando un lugar de privilegio. No obstante, se produjo un cambio fundamental en la actitud del oyente. Antes se la escuchaba comunitariamente, en grupos y hoy la relación entre el radiófilo y su radio se volvió más personal, más íntima.

“Paradójicamente - aclara Daniel Obarrio en 'Imágenes que llegan por el oído'-, la ventaja de la radio reside en lo que no posee: la imagen. Eso permite transportarnos y hasta hechizarnos con imágenes que nosotros mismos creamos al escuchar las noticias, las radionovelas o la música de turno”.

TIPOS DE OYENTE

En los comienzos de la radiofonía, el receptor era un voluminoso aparato que se colocaba en un lugar de la casa y se generaba una reunión familiar a su alrededor cada vez que se lo encendía. Esta forma de interactuar comunitaria recreó las antiguas historias que se contaban alrededor del fogón o las historias de la abuela. O, más atrás aún, las enseñanzas del anciano del clan o la tribu. Años más tarde ese lugar de privilegio pasó a ser ocupado por la televisión y , como se dijo, la radio pasó a otros ámbitos generando toda una nueva gama de oyentes, cada uno con su característica.

La idiosincrasia de cada usuario está determinada por las diferentes formas que tienen los aparatos que usan para recibir las ondas de radio. Así, se los puede distribuir en categorías, cada uno con sus peculiaridades y manías.

Aunque también pueden dividirse en dos grandes grupos de acuerdo a las preferencias sobre lo que escuchan: los amantes de las noticias y los que prefieren la música. Mientras que los primeros están perfectamente enterados de todo lo que pasa al minuto, los segundos son la versión opuesta. Nunca saben nada (a menos que se informen por otros medios).

Otra gran clasificación posible sería la que existe entre móviles y estáticos. Los primeros ponen la radio en el auto o la llevan encima y son “escuchas ocasionales”. Ellos tratan de hacer su viaje más llevadero en tanto que los otros la tienen como su mejor compañía, a veces durante largos períodos del día.

En fin, tratar de citar todas las diferentes clasificaciones posibles sería una tarea interminable. Por eso, a modo de bestiario, aquí va una lista de algunos ejemplos de “radiomaníacos” :

Los ambulantes: Son tal vez el grupo más numeroso. Ellos escuchan la radio fuera de su casa o de la oficina. Por la calle, mientras esperan ser atendidos en el banco, en una plaza o en los transportes públicos como el tren o el bus (por supuesto que en el subway no). Hay una gran variedad de radios portátiles que les permite hacerlo: vienen en el walk-man, en pequeños receptores y hasta existen modelos en relojes. A los ambulantes se los puede reconocer porque tienen la mirada perdida y algunos suelen dejar la boca entreabierta. Otra de sus costumbres es estallar en risotadas, ponerse a canturrear una canción o hacer gestos de indignación (según lo que esté escuchando), en medio del silencio de un espacio público, como por ejemplo, un ascensor. Los “ambulantes” son seres que adoran aislarse de la realidad y cuando los cables salen de sus orejas significa que no se les puede hablar. Salvo en aquellos casos en los que el oyente está en una tribuna de un estadio de fútbol escuchando el partido que está viendo. En esa coyuntura tiene la obligación de informarle a los que lo rodean (sean conocidos o no) sobre los resultados de los otros encuentros, cuáles son los jugadores que son reemplazados y, en casos de jugadas confusas, quién metió el gol. Los ambulantes tienen la capacidad de irritar a aquellos que los atienden desde una ventanilla (para venderles tickets, cigarrillos o hamburguesas) porque no se sacan los auriculares por nada del mundo y no escuchan consultas vitales como “¿Lo prefiere con queso?”, “¿Cuántas quiere?” o “¿Me repite la pregunta?”.

Los motorizados : Escuchan sólo en el automóvil. Para ellos la radio es tan importante como el volante, los pedales o la palanca de cambios. Se los puede ver en acción en los semáforos. Mientras esperan que la luz cambie a verde se inclinan un poco hacia la derecha y, ansiosos, empiezan a cambiar de emisora. En verano, los ejemplares jóvenes y masculinos que escuchan música suelen llevarla a todo volumen. De este modo le dicen al mundo: “...este soy yo y esta es la música que amo. Tendrás que escucharla, te guste o no”. A veces esta actitud va acompañada de un gesto que intenta imitar la inteligencia y la seducción si en una esquina hay una dama a la que quiere llamarle la atención. En cambio, a los que prefieren las noticias se los reconoce porque suelen quedarse dando vueltas con su auto a pesar de que llegaron a destino porque no quieren perderse el final de un comentario, un chiste o los detalles de una información.

Los despertados: Son aquellos que en vez de un clásico despertador de campanilla o de “pipipipí” electrónico usan un radio-reloj. Por lo común sintonizan siempre el mismo programa y lo escuchan a la misma hora. Y como la mayoría pone la alarma para despertarse en un horario terminado en 0, 15, 30 o 45 minutos, por lo general se levantan escuchando la tanda publicitaria. Con el riesgo de que, como la primera música que se escucha en el día (este fenómeno aumenta si se la escucha semidormido) se queda pegada al inconsciente, se corre el riesgo de estar tarareando un jingle durante el resto de la jornada. Para ellos la radio sirve sólo como despertador y no les importa demasiado qué es lo que escuchan en ese momento. Sólo lo hacen porque odian aún más la alarma y porque los relojes despertador casi siempre vienen con un botón de snooze (vuelve a sonar en diez minutos), lo cual les permite dormir un poco más sin demasiados trámites.

Los ciberescuchas:

La intersección de dos fenómenos fomentó el nacimiento de este tipo de oyente. Uno es el avance de Internet y el otro es la creciente migración poblacional. Allá va el inmigrante llevando consigo una carga de nostalgia y escuchar la radio de su país puede aliviarlo o crearle la fantasía de que aún está en su lugar de origen con sus costumbres intactas. Escuchar por la computadora, vía Internet, la radio de cualquier lugar del mundo es uno de los prodigios del nuevo milenio. Y si se tiene un equipo bueno y una conexión eficiente a la Red de Redes puede darse la paradoja de que un habitante de Hong Kong puede a veces escuchar con mayor claridad una radio de Río de Janeiro que un carioca. Porque por Internet no hay otras frecuencias metiéndose por el parlante ni molestas interferencias que se traducen en “ruido a fritura”.

Los nómades hogareños: El estereotipo del radioescucha estático es el oficinista que tiene un trabajo monótono o el operario de una cinta sinfín de una producción en serie. Sin embargo, algunos realizan su tarea en su casa y tienen que circular por diferentes habitaciones. La solución que encontraron es sencilla pero requiere de una gran infraestructura. Tienen prendidos todos los minicomponentes, equipos de audio y radiograbadores de la casa sintonizados en la misma estación. De este modo pueden pasar de un cuarto a otro sin perderse ni una palabra.

Los zappers: Son lo opuesto a los nómades hogareños. Llegadas desde el lejano oriente, pronto las radios de última generación inundaron el mercado. Entre sus atractivos figura el sintonizador digital y las memorias programadas. Esto fomentó la aparición de un nuevo oyente de radio. Porque son radioescuchas que dejaron de lado la pasividad. De la mano de la facilidad para cambiar de estación, los zappers se mudan ante un comentario largo y aburrido, una balada que no les gusta o una tanda publicitaria extensa. Son mucho más rebeldes y exigentes que el oyente tradicional y mucho menos pacientes. Este comportamiento está ligado al que observan frente a la TV. Es raro que un zapper televisivo no tenga la misma actitud cuando escucha radio. Así, persiguen una explicación que les guste, una canción de su agrado o van pasando de una emisora a otra hasta que encuentran lo que buscan. O van siguiendo las diferentes opiniones sobre una misma noticia de una emisora a otra para sacar sus propias conclusiones.

Los adictos: Son aquellos que no pueden vivir sin la radio. Para ellos el acto de escucharla es más importante que los programas o la música que suena por los parlantes. Por lo general se trata de una combinación o suma de todas la variantes anteriores de oyente. Aunque le agregan un marcado fetichismo. Tienen varios aparatos y todos los años se compran el último modelo de radiorreceptor portátil. No sueñan con entrar a un estudio ni con conocer a los locutores aunque suelen tener problemas con sus parejas porque duermen con (lo correcto sería decir “no pueden dormir sin...”) la radio encendida.


El participativo: “La radio podría ser el más formidable instrumento de comunicación que pueda imaginarse para la vida pública, un enorme sistema de canalización. -escribió Brecht en “Teoría de la radio” de 1932-. O, mejor dicho, podría serlo si supiera no sólo emitir sino también recibir, no sólo hacer escuchar al oyente sino también hacerle hablar, no aislarle sino ponerle en relación con los demás”. Todavía se está lejos de ese medio de comunicación utópico que proponía el alemán. Sin embargo, uno de los fenómenos de la radio de los últimos años es la apertura de la transmisión a oyentes que salen al aire por teléfono. Responden a consignas y a veces hablan de cualquier tema. Hay escuchas (por lo general son seres solitarios) que pasan gran cantidad de tiempo “pegados” al teléfono para opinar en todos los programas posibles. Para ellos el placer supremo está en escuchar su propia voz saliendo por el parlante. Tan fuerte es este fenómeno que una radio de argentina usa falsos oyentes para editorializar. Porque cualquier cosa que digan, por aberrante que parezca, está permitida. Y si, en cambio, esa opinión fuera expresada por un periodista sería escandaloso. A tal punto llega este fenómeno que hay quienes trabajan de “enviadores de mensajes a las radios” pagados por gente que tienen interés en dar la imagen de que sus ideas políticas o productos están impuestos en el pueblo. Pero esto ya es otra historia. También existen una gran cantidad de programas que fomentan encuentros entre sus seguidores y algunos de ellos hasta formaron grupos que funcionan casi como un club de fanáticos.

Hay muchas más clasificaciones posibles. Hasta aquellos que son “escuchas pasivos” y deben soportar la radio del vecino o la interferencia de una emisora en el teléfono. Sin embargo, más allá de en cuál de las categorías se anote usted, seguro que se siente identificado con una que dejé para el final: la de los nostálgicos. Porque por más que se viva escuchando nuevos envíos, la radio siempre es la de cuando éramos chicos. Aquella que escuchaba mamá mientras hacíamos las tareas escolares. Tal vez sea eso lo que buscan los radiomaníacos: Retroceder a un tiempo en que la vida era un bloc de hojas en blanco. Pero la existencia es efímera. Los momentos pasan y no pueden ser repetidos, sólo quedan vivos en la memoria. Igual que los programas de radio.

Gustavo Masutti Llach
Tiempos del Mundo - Septiembre de 2001
Fotos: GML (Museo Rocsen-Nov. 2007).

1 comentario:

Unknown dijo...

LAS CLÁSICAS RADIOS ROCKERAS BUSCAN SU LUGAR FRENTE A NUEVOS FORMATOS. ¿CUÁL ES SU POSICIONAMIENTO FRENTE A LAS E-RADIOS, PODCASTS Y NUEVAS FORMAS DE CONSUMO DIGITAL?
EN UNA ÉPOCA DE CAMBIOS EN LAS FM, EL SUPLEMENTO “NO” DEL DIARIO "PÁGINA 12" SE PEGÓ UNA VUELTA DE DIAL POR LAS PRINCIPALES ESTACIONES QUE PRIVILEGIAN EL ROCK. ¿CAMBIA EL ROL DEL MUSICALIZADOR? ¿EL LOCUTOR TIENE QUE SABER “DELETREAR BIEN” PARA PODER BUSCAR AL ARTISTA EN LA WEB?

Para las FM de rock (¿por música?, ¿contenido?, ¿actitud?, ¿estética?, ¿figuras?), la metamorfosis se vuelve espesa. La compañía musical que supo adecuarse a los modos de la talk-radio, hoy se rarifica. Hay más soportes tecnológicos (reproductores digitales, incluidos los celulares), formatos (podcasts, e-radios, transmisiones on line) y participantes (amateurs y tanques comerciales) que alteran los contenidos y modos de las estaciones, comenzando por la abundancia sonora propiciado por el download. “Hoy es muy probable que una persona que escuche radio tenga más música que la misma radio”, lanza Gastón Montells, parte de FM La Tribu (88.7 Mhz, fmlatribu.com).

“Siempre y cuando hablando de una persona que tiene acceso a la conectividad, con asombro, curiosidad y se genere un recorrido propio”, complementa, como para no olvidar la identidad de este colectivo con casi 20 años de vida. “En los ‘80, las FM eran el lugar donde estaba la música y se la amplificaba, sin olvidar las pautas de la industria discográfica de alta rotación de una poca cantidad de canciones. Y en el oyente había una política de grabación, para utilizar música que después no podía conseguir. Hoy eso no pasa más”, sentencia Montells. “Más que decir pongan rec por esta novedad, ahora tenés que deletrear bien el nombre de un artista para que después puedan rastrearlo en la web”, suma Diego Skliar.

Eso también genera en el hacedor y en quien escucha una suerte de recorrido laberíntico para estar al tanto de lo posible: “En la lógica My Space encontramos cosas buenísimas a partir de relacionar amistades, puntos en común de los sonidos, de la producción, desde los libros que habrán leído esos artistas. Las formas se abren para armar esos links”, aporta Skliar.

CROSS COUNTRY

Daniel Grinbank, hacedor en los ‘80 del crossover mediático y cultural que significó la FM Rock & Pop (95.9 Mhz), desde Kabul (107.9 Mhz) se acopla con una propuesta temática y estética al signo de los tiempos: “A nosotros la digitalización nos propone un desafío a la hora de musicalizar, nuestro valuarte, cada vez más profundizado, un contenido extra en Kabul”, espacio que se destaca por canciones y bandas que, según Daniel Grinbank, son “las que van a sonar en otras radios en 6 meses”. Hay un marcado perfil anglo, “indie y alternativo”, algo de pastiche visual, guitarras estridentes y sampleos, bien acordes con las nuevas plataformas 2.0, con una web que acompaña ese perfil.

“Evidentemente hoy hay mucha mayor información, sobre todo en un sector socioeconómico, que es al que vamos dirigidos nosotros. Acaso más informado, con valores de referencia particulares”, apunta. El target y sus nuevas costumbres de escucha son algunas de las razones por las que Kabul no aparece en las mediciones de rating radial. “El 98 por ciento de nuestros oyentes usa celular y las mediciones no los tienen en cuenta. Y Kabul está pensada como una radio nicho que no apunta a una masividad, y eso se nota en que no pasamos mensajes de oyentes o ciertas bandas. Pero ésta es sólo una opción entre muchas.”

La radio del empresario “nacional” —pero no tan popular— Daniel Hadad, La Mega (98.3 Mhz), tiene la suya, y sus resultados son innegables. Desde su llegada al éter en 2000, se ha mantenido entre las líderes de rating a base de un “rock nacional” ancho como marca y bandera (desde Bersuit Vergarabat hasta Diego Torres, La Vela Puerca o Sandra Mihanovich), llamados de oyentes, y otros condimentos que la vuelven una propuesta entre demodé e imbatible. “Creo que se puede hacer una talk-radio en FM y una musical en AM. Lo más importante es que la radio está cada vez más vigente, porque ofrece un servicio que otros medios no pueden dar”, señala Ricky Valdez, su director artístico.

Su futura página web (aún en construcción) se amoldará al propio diseño temático de la radio. “Está lista para ser subida en poco tiempo, se podrán ver fotos de los Megaescapes, Megacústicos, y tendrá mucho lugar para la expresión de los oyentes. Con respecto a nuestro posicionamiento a las e-radios, es simple: el que quiere escuchar Mega lo hace a través de Internet, además de mandar mensajes oyentes de Suiza, Canadá, EE.UU., es realmente maravilloso.” Es el “una que sepamos todos” como sentido de pertenencia y leit motiv, algo no tan diferente, aunque si en su carácter de sorpresa y exploración, de lo que proponen las radios “personalizadas”, emisoras “semánticas”, o estaciones “a la carta” que abundan en Internet (Last FM, Slaker, Accuradio o la ya inaccesible Pandora).

“Para las radios tradicionales, en lo que se refiere a publicidad, corrés con la desventaja de tener tandas, por eso las dosificamos mucho”, explica Grinbank, y subraya que las AM y FM están perdiendo pauta frente a la TV en su otrora segmento intocable, el de la primera y segunda mañana.

El site de la Rock & Pop, confeccionado como un blog con varias entradas posibles, certifica las palabras de Adrián Montesanto: “Siempre se cambia; si te quedás, te morís”. El Coordinador Interactivo de la emisora estandarte en la forma de comunicar el rock (más allá de lo musical) trabaja junto a los redactores Santiago Blugermann y Pablo Zinola para que “la interacción sea permanente, cubrimos todo lo que pasa en la radio y buscamos que la conexión sea constante con los que la visitan. Podés encontrar fotos, videos, audios. Básicamente todo lo que interesa y que la radio no lo puede dar por otro formato. Y si hablamos de posicionamiento, teniendo en cuenta tráfico y escuchas on line, somos la número uno sin discusiones. Estamos es una etapa de transición entre una web institucional y un portal de rock. Si bien tenemos mucho material para descargar y escuchar, vamos en camino a la renovación total”. Pero no son las únicas reformas por las que atraviesan.

Juan De Anta, director de Radio Uno (103.1), se despega del fervor por las transmisiones radiales por Internet. La propuesta de esta FM, con magazines de todo tipo, acompaña cierto clasicismo: “En México están siendo una competencia fuertísima para las radios convencionales, pero acá falta bastante”. Donde sí percibe un cambio es en la forma en que la digitalización afecta el propio quehacer y hábitos del medio: “La instantaneidad y compañía se potencian con lo digital. Lo que no pasa con otros medios, ni con el diario en papel, ni con la tele porque no la tenés prendida todo el tiempo. Otra cosa: los celulares y muchos reproductores de MP3 no vienen con AM, sólo con FM. Es la tecnología la que empieza a dejar afuera ciertas radios”.

TE ESCUCHO

En las FM, lo digital parece operar como ampliación de algo preexistente. Así es como cada propuesta ancla sus contenidos en cierto imaginario de lo que hace no mucho atrás se buscaba girando un dial, hoy con el streaming como aliado intermitente. “Rock & Pop es mucho más que una radio”, dice Montesanto. “Pensá que tiene más de 20 años y pasaron muchas generaciones; entonces, entre los oyentes y visitantes a su web tenés gente de 50 y de 14 años. Si vos nos escuchás, sabés que no hay otra igual, y con la web pasa lo mismo. Aunque haya muchas Rock & Pop paralelas, los oyentes se graban la radio y la comparten, esto es buenísimo, una suerte de marketing viral, pero que ni al más genio de los gurúes del marketing se le ocurriría de esta manera.” Así es como aparecen usos impensados: “En cierta forma, la gente toma lo que se le da; tampoco hay muchas posibilidades si no se las brindás. Lo que asombra es la cantidad de personas que se toma el trabajo de postear cosas en los foros, compartir, y en muchos casos putearse”.

La Tribu, por su lado, entiende las canciones como parte de las propuestas superadoras, y que hallan en las nuevas tecnologías un gran aliado (su página web es de las más desarrolladas en este sentido). “Desde la investigación musical buscamos construir sentido. Dar cuenta de cómo fue producida una canción, qué dice, en qué marco sucede, privilegiando aquellas propuestas que reivindican una autonomía, como un itinerario sobre lo que sucede en esta época en el mundo”, señala Montells. “El rol de una radio en cuanto a la musicalización, con la presencia innegable de lo digital, tiene que ver con guiar, con echar algo de luz en algunos rincones dentro de los que se llama ‘ruido blanco’. Es como que tanto te enceguece. ¿Ahora qué hacés que tenés posibilidad de todo?”, se pregunta Diego Skliar.

ARTESANOS

Para las radios en las que la música manda, hay pormenores. Desde la óptica de Daniel Grinbank:
“En Kabul seguimos un criterio en el que los musicalizadores ‘musicalizan’, y excepto en ciertos espacios de Metro Dance, creo que no sucede. Es una combinación de sentidos, entre el hit, la novedad, el clásico, la sorpresa y lo emocional. Son bloques en los que la rotación está pensada en cada aspecto. Desde el operador que engancha los temas, cómo se lo presenta, y hasta las elecciones de los musicalizadores. Y si bien hay un sonido general, cada uno de ellos tiene su personalidad y le confiere al aire ese toque humano”. Plus que, según Grinbank, tienen las radios tradicionales frente a las de Internet. Lo artesanal en Radio Uno parte de la pesquisa “hecha a mano” por uno de los dueños de la radio, Santiago Cetrá.

En el caso de Mega, los musicalizadores trabajan en base a una pauta que se decide institucionalmente. “A veces decimos: ‘Esta semana lo hacemos de tal manera’. Y la siguiente cambiamos a otra, con otras prioridades”, destaca Valdez. Y su director abre el abanico sonoro: “Recibimos muchísimo material y lo difundimos, no sólo de bandas nuevas independientes, hay muchos artistas consagrados que increíblemente no tienen compañía”. El lazo entre industria musical y radial; primos hermanos en los que la difusión es el gen compartido, y ya no hay por qué ocultar la payola. “Hoy las discográficas no tienen un mango justamente por el download, pero te siguen llamado por si no pasás el corte de tal disco. Y tal vez te lo compraste vos porque ni te lo mandaron. Hablás y les decís: ‘¿Y en qué quedamos? Bueno, te mando una colección de Miguel Abuelo’... Andá a cagar”, sincera Juan De Anta.

Vivalaradio.org es una puerta para la autonomía radial en la web con direcciones, manuales y herramientas para una creación personal, parte de una forma que alienta al equipo de La Tribu, y lleva a pensar en radios expandidas: “Para 2010 está pensado un apagón analógico en España y después en Estados Unidos y, sin caer en teorías conspirativas, eso te replantea cómo seguir adelante, en las prácticas e ideas de este medio”. Es que la digitalización obliga a que los slogans (“Apagá La Tribu, hacé tu radio”, “Música de la buena”, “Puro rock nacional”, “Sumate a la familia del rock”,
“Prende Uno”) dejen de ser un lema, un simple decir o una constancia, pero antes que nada un banner repiqueteando sin sonar y sin saber por qué.

SHOWS & BUSINESS

Dentro de la Industria del entretenimiento, las radios ocupan un lugar sustancial en la promoción de shows, a la par de la TV, igual o más efectivas que ésta, a fin de comunicar de forma instantánea, amena y cotidiana un espectáculo. Los festivales con múltiples bandas y un nuevo tipo de espectador (consumidor) volvieron a las radios sus canales de difusión privilegiados. Así es como la productora Pop Art vuelca sus artistas en Rock & Pop y Mega, y lógicamente suenan más seguido que otros en ese espacio, lo mismo que realiza DG en Kabul.

Ricky Valdez de Mega aclara: “Bajo ningún concepto somos altoparlantes de productoras, somos difusores de música y de shows. Tanto Mega como Rock & Pop son las radios legítimas del rock”. “Esto fue de toda la vida”, apura Daniel Grinbank, y asegura que por estos pagos se marcó tendencia en las transmisión de recitales: “Tal vez sea una mayor novedad en Estados Unidos. Pero acá las bandas están acostumbradas a cedernos los permisos. Y eso después permite la generación de contenidos propios para la radio”. Un momento, además, en el que para las marcas el rock es un buen aliado en lo que a joie de vivre se refiere.

Así, en la segmentación horaria de Kabul aparecen Converse, Motorokr o Adidas. Lo que lleva al ex dueño de la Rock & Pop a comparar Kabul con el fenómeno publicitario de lo “indirecto” y no “invasivo”, el BTL: “Si bien la radio sería todo lo contrario. Algunas cuestiones que, de hecho, las conozco, las viví y las creé, en sus momentos, en Rock & Pop o Metro, ahora la propuesta viene por otro lado”, asegura.

DOS CASOS 2.0

“Radio Indie Pop” y “Operación Escuchar” son dos casos en los que Internet y lo radial se nutren hasta el punto que no se sabe bien cuál fue el espacio de origen. Radioindiepop.com.ar tiene transmisiones on line, podcasts con sets completos, además de videos y artistas con la conciencia de establecer lazos, más cerca del link pero con la inalterable necesidad de transmitir. O.E. tuvo su lugar por El Faro, y actualmente por La Tribu “Miércoles de 24 a 25”, dicen. Terminado el programa lo suben a Operacionescuchar.com.ar junto con videos e imágenes de las bandas invitadas, además de posts con un acercamiento cálido de lo que sucede al aire. “Internet está totalmente naturalizado, y como el presupuesto con el que contamos es cero, tratamos de nutrir el contenido al máximo”, dice Julián Elencwajg (parte del equipo con Leonardo Acevedo y Maximiliano Romero). Privilegian agrupaciones en las que la alternatividad “no sólo pasa por el soporte sino también el contenido”; así fue como muchos grupos que emiten los conocieron a través del My Space o Fotologs. De hecho, Elencwajg cree que el propio programa tiene la lógica de usos digitales de una banda under. La filiación con la radio extendida aparece en sus “O.E. Sessions” (un homenaje al espacio del gran John Peel en la BBC Radio 1) y que dejan circular en la web de forma gratuita y legal, al igual que especiales como “O.E. 2 años” (con músicos de la escena haciendo covers de bandas amigas). “Hasta apareció para bajárselo en Taringa, lo cual no deja de ser extraño.” Retransmiten su programa por la web, pero también por Radio Universidad de La Plata y Mar del Plata. “Si bien O.E. tiene un formato tradicional, hay más programas en radios de Internet de los que se dice son amateurs, o caseros, pero que sería mejor pensarlos como nuevos formatos”, aporta Elencwajg y cierra: “Todos estos recursos, lo que hacen es potenciar el mensaje, pero la esencia sigue siendo la misma: alguien hablando por un micrófono y alguien escuchando desde otro lado”.

Por Federico Lisica
Fuente: Suplemento NO del diario "Página 12"
Mayo de 2008

posteado por Gustavo Masutti Llach